El afecto, la importancia de una caricia.
Muchas veces hablamos de afecto sin saber el poder que esta palabra conlleva, como muchas otras, se queda manida de tanto decirla y escucharla. El afecto es tan vital como necesario a lo largo de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos.
Para empezar, vamos a ver las diferentes definiciones que hay sobre la palabra afecto. La Real Academia Española lo describe como cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño. Según el Diccionario General de Lengua Española SM (2002), se define como un sentimiento de cariño y estima.
El amor es lo que nos mueve e impulsa a seguir adelante. Cuando hablamos de amor lo solemos asociar a las relaciones de pareja, pero por suerte, no se limita exclusivamente a ese tipo de relaciones, sino a todas las relaciones que establecen sentimientos de unión. Sentir y recibir afecto es fundamental para nuestro desarrollo personal, como seres humanos necesitamos sentirnos parte de un grupo, sentirnos unidos unos a otros.
Empezamos a recibir afecto desde que nacemos con nuestros cuidadores. Como modo de supervivencia creamos un vínculo especial de apego con uno de ellos que cubrirá nuestras necesidades más básicas. Más adelante, en nuestra infancia seguiremos necesitando el cariño de nuestro entorno más cercano. Son años decisivos e importantes en la construcción de nuestra personalidad, una de las claves para construir una autoestima sana, sintiéndonos amados, seguros y confiados.
La ausencia o falta de afecto de nuestros tutores puede desencadenar en un futuro problemas relacionales, traumas, autoestima dañada y un largo etcétera de malestares personales. El afecto y tipo de relaciones que vive en su entorno más cercano es igual de importante que el que recibe ya que crecerá reproduciendo lo que ha visto y aprendido. La forma de amar que hay en casa será la que reproduzca en un futuro siendo esta la única que conoce.
Muy a menudo se ha estado vinculando el mundo de los sentimientos y afectos con el mundo de lo privado, de lo femenino. Esto es un error, ambos sexos necesitan expresar sus sentimientos y afectos, necesitan sentirse arropados y queridos. En la actualidad, ese mal entendimiento, ha resultado ser perjudicial y dañino para los hombres, llegando a ser analfabetos emocionales que no saben comunicar sus sentimientos ni pedir apoyo y afecto.
Más adelante, en la adolescencia se cubre la segunda necesidad interpersonal, de establecer relaciones y vínculos de conocimiento y amistad con los miembros de la comunidad, para satisfacer nuestras necesidades lúdicas, sentirnos pertenecientes a un grupo y organizar lo necesario a la pervivencia y bienestar del grupo y/o comunidad. Siendo un aspecto fundamental para el desarrollo personal, ya que empezamos a relacionarnos con nuestros iguales, formando nuestra propia identidad fuera de la familia.
Y es ahí, cuando va apareciendo la tercera necesidad interpersonal de intimidad corporal sexual, que garantiza la reproducción de la especie y satisface los deseos de placer y afecto interpersonal.
En esta sociedad, superficial y fría, que excluye la naturalidad y espontaneidad, nos es difícil hablar de sentimientos y expresar nuestro amor hacia los demás. Parece ser más fácil mantener relaciones sexuales esporádicas dejándonos con el mismo vacío que fuimos a llenar con la excusa de tener un contacto físico, que expresar verbal o físicamente lo que sentimos y queremos.
Tenemos que ser conscientes de la necesidad que tenemos cada uno de experimentar y vivir de una forma saludable la afectividad. Sin tener que buscarla en un coito eventual o en una relación de pareja, pues eso nos dejaría un margen muy limitado para sentir y recibir amor. Y afortunadamente, el amor es ilimitado, el amor está en todos lados y en todas las personas que estén dispuestas a darlo y recibirlo.
Una de las características de la sexualidad humana es que trata de una dimensión más rica y compleja que no se limita a la función reproductora, ni si quiera a la complementaria de búsqueda de placer en la actividad sexual coital. La especie humana esta especialmente dotada para el contacto dérmico, haciendo del ser humano una especie abierta totalmente al contacto, con toda la dermis capaz de dar y recibir, tocar y ser tocada.
Las manos son transmisoras y la piel receptora de toda nuestra energía amorosa. Las manos son canales conectadas y ligadas a nuestro corazón, pudiendo expresar con ellas nuestros sentimientos. Por lo tanto, debemos desarrollar más la capacidad con la que hemos nacido de dar y recibir amor, creando relaciones más sanas y satisfactorias, sin reducirlo al coito y potenciando el placer por cada una de las células de nuestra piel como es el caso de abrazos, masajes y caricias. Y es que, con una caricia puedes llegar a dar más amor que con mil palabras.
Recomendación:
Abraza a tus seres queridos cuando tengas la ocasión, con la intención de darle todo tu cariño y amor. Sí tienes pareja o amante regalarse un masaje sin ningún tipo de expectativas, sólo con la intención de pasar un momento placentero de amor y cariño. Es un ejercicio bidireccional en el que disfrutarás tanto tú como el receptor de esta experiencia.
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